Regresa la primavera a Vancouver.

jueves, 25 de octubre de 2012

ALFONSINA STORNI (1892-1938): Es un soplo la vida

 
Por la blanda arena que lame el mar
su pequeña huella no vuelve más...
 
Alfonsina Storni murió un 25 de octubre...
 
Muchas veces, Alfonsina, me he preguntado: ¿Cuándo se mueren los poetas? ¿al decidir que ya expresaron todo lo que tenían que decir o al tomar conciencia de que su sensibilidad contrasta con la banalidad del mundo? O, tal vez, al ver a la realidad reflejarse en el espejo de su propia crueldad. ¿Por éso se suicidan los poetas? Como Sylvia Plath, por el abandono amoroso; como Yukio Mishima por su concepto -tan japonés- del honor; por el fracaso literario que no fue capaz de soportar Vladimir Maiakovski ("Lo difícil no es morir, sino seguir viviendo"); por intoxicación alcohólica como Dylan Thomas, Serguéi Esenin o Malcolm Lowry; mejor aún, como Cesare Pavese ("Vendrá la muerte y tendrá tus ojos..."), por la imposibilidad de vivir. O como tú, Alfonsina, para cortar de una vez el sufrimiento.
 
Un sendero de pena y silencio
llegó hasta el agua profunda...
 
Para esos poetas, lo dijo Ciorán: "Todo ha sido posible, salvo su vida." Pero ¿cómo mueren los poetas suicidas? Gabriel Ferrater cuando tenía treinta años, amenazó que nunca llegaría a los cincuenta y uno. Cumplió su palabra. Se asfixió atándose una bolsa de plástico en la cabeza antes de que eso sucediera. La poeta austríaca Ingeborg Bachmann, hizo realidad el viejo deseo -tan poético, habría que subrayarlo-, de una cama en llamas, pero no por las pasiones amorosas, sino que se quemó viva prendiéndole fuego. Un borracho encontró el cadáver de Gérard de Nerval ("Hoy no me esperes, porque la noche será blanca y negra..."), cubierto de nieve, luego de que se había ahorcado colgándose de una reja en un callejón de París. Paul Celán se arrojó al río Sena, Hart Crane saltó de la cubierta del buque Orizaba y su cadáver jamás fue encontrado en las aguas del Atlántico ("En la borda, el sabor a salitre/ me llama a ser océano./ Valoro la distancia/ y alzo el vuelo.") y tú, Alfonsina, simplemente te fuiste a perder en el mar.
 
Un sendero sólo de penas mudas
llegó hasta la espuma.
 
Y ¿qué cantan los poetas cuando van a morir? Georg Trakl había dicho: "No he vivido, lo sé.../ Tan sólo he muerto", y en su poema póstumo se lamentaba: "La llama ardiente del espíritu nutre ahora un tremendo dolor: ... los nietos nonatos." José Agustín Goytisolo escribió: "Ocurrió que fue siempre un solitario/ ocurrió que la vida dejó de interesarle." Anne Sexton en El Deseo de Morir aseguraba: "Los suicidas traicionan al cuerpo de antemano." Alejandra Pizarnik en su carta póstuma a Antonio Beneyto terminaba escribiendo: "Y aquí te dejo para ir a despachar la carta a un correo lejano que no cierra por la noche." Y también tú, Alfonsina, en un poema premonitorio lo advertías:
 
"Un día estaré muerta, blanca como la nieve,
dulce como los sueños en la tarde que llueve.
 
Un día estaré muerta, fría como la piedra,
quieta como el olvido, triste como la hiedra.
 
Un día habré logrado el sueño vespertino,
el sueño bien amado donde acaba el camino.
 
Un día habré dormido con un sueño tan largo
que ni tus besos puedan avivar el letargo."
 
La muerte desconoce el pasado y el futuro. Es el silencio del tiempo. El pasado ya no importa y el futuro se desvanece. Sea en el olvido o permaneciendo en la memoria ajena, la muerte, nuestra muerte, nos pertenece a cada uno de nosotros al igual que nos ha pertenecido la vida. El suicidio es, entonces, la voluntad de cancelar la memoria. Será una tarea para los vivos, los sobrevivientes, interpretar los motivos del suicida o lo que nos quiso legar en sus poemas.
 
Te vas Alfonsina, con tu soledad.
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
te requiebra el alma y la está llevando,
y te vas hacia allá en sueños dormida,
Alfonsina, vestida de mar.
 
Y ahí, en cada estrofa de un poema, en cada palabra, se percibe un fragmento de vida de quien lo escribió. En eso radica su inmanencia. De entre todas las muertes de poetas suicidas, me quedo con la tuya, Alfonsina. Elegiste un martes primaveral, el último acto fue tu mejor poema trágico: "Y el alma mía es como el mar." No creo que alguien lo haya expresado mejor:
 
"La vida mía debió ser horrible,
debió ser una arteria incontenible
y apenas es cicatriz que siempre duele."


Jules Etienne


La ilustración corresponde a una fotografía de Toni Frissell,
que fue publicada en la revista Harper's Bazaar, en 1947.

Esta es una liga al video con una de tantas versiones
(las hay desde Mercedes Sosa y Nana Mouskouri hasta Shakira) de la canción
Alfonsina y el mar, cuyas estrofas sirvieron como leitmotiv de este texto:

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