Regresa la primavera a Vancouver.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Otoño: TRES POEMAS SOBRE EL OTOÑO, Hermann Hesse


Otoño prematuro

Huele con fuerza a hojas marchitas,
trigales vacíos y sin paisaje;
sabemos que alguna de las tormentas
desnudará al verano fatigado.

Crujen las vainas del esparto. Y de repente
lo legendario y lo remoto se nos aparecen,
todo lo que creemos tener en nuestras manos
y cada flor, como una maravilla, se extravía.

Medroso, crece un deseo en el alma asustada:
que no se una a la vida demasiado,
que viva como un árbol al marchitarse,
que no falte a su otoño fiesta ni color.

Esbozo

El viento del otoño cruje con frialdad entre los juncos secos,
ha envejecido con el anochecer;
tierra adentro, desde los sauces aletean cornejas.

Un viejo solitario descansa en una orilla,
siente el viento en su pelo, la noche y la nieve que se acercan,
desde la orilla en sombras mira la luz enfrente
donde entre nube y lago la línea de la costa más lejana
todavía refulge en la cálida luz:
un allende dorado, feliz como la poesía, como el sueño.

La mirada sostiene con firmeza el cuadro iluminado,
piensa en la patria y en los buenos años,
ve cómo el oro palidece y se extingue,
se aparta y lentamente
camina tierra adentro desde los sauces.

Excursión en el otoño tardío

La lluvia de otoño ha escarbado en el bosque grisáceo,
el valle tirita con el viento frío de la mañana
los duros frutos del castaño caen,
estallan y sonríen húmedos y pardos.

El otoño también ha escarbado en mi vida,
el viento arranca hojas desgarradas
y sacudiendo va rama tras rama, ¿dónde el fruto?

Florecí amor, fue sufrimiento el fruto
Florecí fe, y el odio fue su fruto.
Corre el viento por mis ramas estériles,
yo me río con él, aún resisto tormentas.

¿Cuál es el fruto para mí? ¿cuál mi meta?
Yo florecía y era mi meta florecer. Ahora marchito
y esa es la meta, no otra cosa,
breves las metas son que el alma se propone.

Dios vive en mí, Dios muere en mí, Dios sufre
en mi pecho, y es ésta meta suficiente.
Buen camino o errado, flor o fruto,
todo es lo mismo, nombres tan sólo.

El valle tirita con el viento frío de la mañana,
los duros frutos del castaño caen
y ríen fuerte y claro. Yo con ellos.


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