Regresa la primavera a Vancouver.

viernes, 28 de enero de 2011

Decir Adiós es morir un poco (páginas 206 y 207)


Una lluvia de ceniza se derrama sobre la ciudad. Quizás ése sea su justo destino. Hastiado de ser testigo inmóvil, el mítico volcán decidió actuar sumergiendo al valle bajo una redentora capa de ceniza que nos obligue a emprender otro peregrinaje de las Siete Tribus para fundar una nueva capital, sin renegar del pasado y aceptándolo como una aleccionadora fábula de lo que fuimos y no debemos seguir siendo.

"Corazón de cemento, corazón, corazón, corazón de hormigón..." La voz rasgada de Gurruchaga parece el humo que acompaña a la ceniza: "Corazón enfermo de polución". No sería mala idea aprovechar estas vacaciones para ir unos días a tu tierra, a comer jaibas y camarones, a beber sin culpa, a mirar el amanecer desde la playa. Si allá tenías el mar, ¿con qué fin lo abandonaste para venir a sufrir al altiplano? Aunque bien sabes que no podrías volver a vivir allá. Una temporada no te vendría mal, pero ¿quedarte? Acá ya hiciste tu vida. Aquí están tus amigos y tus enemigos. "La ciudad donde vivo es mi cárcel y mi libertad".


Jules Etienne

La ilustración es una fotografía de un típico amanecer en la playa de Miramar,
en Tampico. Fue tomada en 2008 por Javier Badillo.

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