Regresa la primavera a Vancouver.

lunes, 5 de agosto de 2013

Páginas ajenas: LOS TRES MOSQUETEROS (5 de agosto), de Alexandre Dumas

"Su eminencia cogió el papel..."
 
(Fragmento del capítulo XLVII: salvoconducto fechado el 5 de agosto de 1628)

Y D'Artagnan presentó al cardenal el preciso papel que Athos había arrancado a Milady, y que había dado a D'Artagnan para que le sirviera de salvaguardia. Su Eminencia cogió el papel y leyó con voz lenta apoyándose en cada sílaba.
 
«El portador de la presente ha "hecho lo que ha hecho" por orden mía y para bien del Estado. En el campamento de La Rochelle, a 5 de agosto de 1628. Richelieu

El cardenal, tras haber leído estas dos líneas, cayó en una meditación profunda, pero no devolvió el papel a D'Artagnan.
 
«Medita con qué clase de suplicio me hará morir -se dijo en voz baja D'Artagnan-; pues a fe que verá cómo muere un gentilhombre.» El joven mosquetero estaba en excelente disposición de morir heroicamente.
 
Richelieu seguía pensando, enrollaba y desenrollaba el papel en sus manos. Finalmente, alzó la cabeza, fijó su mirada de águila sobre aquella fisonomía leal, abierta, inteligente, leyó en aquel rostro surcado por las lágrimas todos los sufrimientos que había enjugado desde hacía un mes, y pensó por tercera o cuarta vez cuánto futuro tenía aquel muchacho de veintiún años, y qué recursos podría ofrecer a un buen amo su actividad, su valor y su ingenio. Por otro lado, los crimenes, el poder, el genio infernal de Milady le habían espantado más de una vez. Sentía como una alegría secreta haberse liberado para siempre de aquella cómplice peligrosa.
 
Desgarró lentamente el papel que D'Artagnan tan generosamente le había entregado.
 
«Estoy perdido», dijo para sí mismo D'Artagnan.
 
Y se inclinó profundamente ante el cardenal como hombre que dice: «¡Señor, que se haga vuestra voluntad!»

El cardenal se acercó a la mesa y, sin sentarse, escribió algunas líneas sobre un pergamino cuyos dos tercios ertaban ya cubiertos y puso su sello.
 
«Esa es mi condena -dijo D'Artagnan-; me ahorra el aburrimiento de la Bastilla y la lentitud de un juicio. Encima es demasiado amable.»
 
-Tomad, señor -dijo el cardenal al joven-, os he quitado un salvoconducto y os devuelvo otro. El nombre falta en ese despacho: escribidlo vos mismo.


Alexandre Dumas (Francia, 1802-1870).
 
La ilustración corresponde a un dibujo del siglo XIX para Los tres mosqueteros. Se encuentra bajo el resguardo del departamento de artes gráficas en el Museo del Louvre.

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