Vancouver: el invierno a plenitud en la bahía. (Fotografía de Jules Etienne)

lunes, 27 de enero de 2014

Páginas ajenas: ADIÓS, CANADÁ, de José Emilio Pacheco

"El peso de la nieve que hace visible la caída del tiempo..."
 
El olor de madera mojada
La playa en la mañana y sus troncos
La arena gris que en el volcán ha sido llama y catástrofe
El sol de niebla
La montaña de musgo
Islas y su alarmada población de gaviotas
El peso de la nieve que hace visible la caída del tiempo
Un jardín de cristal bajo los fuegos de la lluvia nocturna
serán acaso en la memoria tu olvido
un arcón de marchitas postales
y mapas que se rompen de viejos
necia basura que roba el aire a la existencia: el recuerdo
Pero tu nombre tendrá el rostro o la sombra
de esa muchacha a la que dije adiós para siempre
 
 
(Goodbye, Canada
 
Smell of wet wood
The beach at morning with its logs
Grey sand which was bled as flame and catastrophe from the volcano
Mist garlanding the sun
The musky mountain
Islands and their startled colonies of gulls
The weight of snow which makes visible the fall of time
A glass garden beneath the fires of nocturnal rain
perhaps they will be your blank hole in memory
a trunk of whitered postcards
and maps rotting at the seams
idiotic garbage which steals the breath from existence: memory
But your name will beats the face and the shadow
of that girl I bade goodbye to, forever.)
 
 
José Emilio Pacheco (México, 1919-2013)
 
(Traducido al inglés por George McWhirter, poeta laureado de la ciudad de Vancouver).
La ilustración corresponde a Vancouver bajo la nieve, donde José Emilio Pacheco vivió una temporada.

viernes, 24 de enero de 2014

Le Clézio: los veranos de enero en Isla Rodrigues


Para concluir esta breve exploración dedicada a los autores que se refieren al verano desde la perspectiva del hemisferio sur, El buscador de oro, de Le Clézio, es una novela que conjuga demasiados méritos como para no mencionarla. De entre todas las obras, tanto de narrativa como poesía, que hemos revisado durante la semana, esta es la única cuya acción no tiene lugar en Sudamérica, sino en Rodrigues, una de las islas Mascareñas en el Océano Índico.

"El sol está alto ya en el cielo cuando llegamos a la fuente del Boucan, muy cerca de las altas montañas. El calor de enero es pesado, me cuesta respirar bajo los árboles. Atigrados mosuitos salen de sus refugios y danzan ante mis ojos, los veo danzar también en torno a la lanuda cabellera de Denis. En las riberas del torrente, Denis se quita la camisa y empieza a recoger hojas. Me acerco para mirar las hojas de un verde oscuro, cubiertas de una pelusa gris, que recoge en su camisa transformada en bolsa. "Planta sueño", dice Denis. Vierte un poco de agua en la cavidad de una hoja y me la tiende. En la fina pelusilla, la gota permanece aprisionada, como un diamante líquido." (página 36)

"Laure y yo pasamos este último verano, todo el largo mes de enero, leyendo tumbados por el suelo en el desván. Nos detenemos cada vez que se habla de una máquina eléctrica, de una dinamo o incluso, sencillamente, de una lámpara de filamento.

Las noches son pesadas ahora, en la humedad de las sábanas, bajo la mosquitera, hay una suerte de espera. Va a ocurrir algo. En la oscuridad espío del ruido del mar, contemplo, a través de los porticones, la luna llena que se levanta." (página 41)

"Recuerdo mi primer viaje por mar. Fue en enero, creo, porque entonces el calor es tórrido mucho antes del alba y no hay un solo soplo en la Hondonada del Boucan. En cuanto apunta el alba, sin hacer ruido, me deslizo fuera de la habitación. No hay todavía ruidos en el exterior y en la casa todo el mundo duerme. Sólo una luz brilla en la choza del capitán Cook, pero a esta hora no se fija en nada. Mira al cielo gris esperando que se levante el día." (Página 45)

Lo opuesto a lo que sucede durante el mes de julio, en pleno invierno: "Las noches más hermosas son las de julio, cuando el cielo es frío y brillante y se ven por encima de las montañas del Río Negro las más hermosas luces del cielo..." (página 43)

El verano da principio en esas latitudes a finales de diciembre, con el solsticio. "Diciembre: pese a las lluvias que caen cada tarde sobre Forest Side, ese verano es el más hermoso y más libre que he conocido desde hace tiempo." (página 241)

"Le hablé como si nada tuviera que acabar, nunca, y los años perdidos fueran a renacer, en la frondosidad del jardín durante el mes de diciembre, cuando Laure y yo escuchábamos su voz cantarina que nos leía la historia sagrada." (página 278)

Tal vez, cuando Marguerite Duras y Alain Robbe-Grillet encabezaron el movimiento literario llamado antinovela, allá por la década de los años sesenta, pretendían llegar a la pureza descriptiva por sí misma que ha logrado Le Clézio. Con una cualidad que los supera: la delicadeza de su lirismo no resulta estática, sino que envuelve a la acción en sí misma. No se estanca en el mero malabarismo verbal -como sucede, por ejemplo, entre los intentos en nuestra lengua, con La presencia lejana, de Juan García Ponce-. Parecería que Le Clézio alcanza el ideal del sueño proustiano con su prosa impecable y refinada.

Gracias a que la academia sueca le otorgó el premio Nobel de literatura en 2008, los lectores en diferentes lenguas tenemos ahora el privilegio de poder aproximarnos a la obra de Le Clézio.

 
Jules Etienne
 
La ilustración corresponde a una fotografía de Isla Rodrigues durante el verano.

jueves, 23 de enero de 2014

El paso de Camilo José Cela por Sudamérica

 
En contraste con los autores sudamericanos -Pablo Neruda, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Ernesto Sabato-, de quienes ya hemos visto se refieren al mes de enero con los calificativos propios del verano, Camilo José Cela, desde su perspectiva hispana inicia su Divagación ante la navidad subrayando la presencia de la nieve como una suerte de requisito: "Si la navidad, sin albo sombrero aquí en el hemisferio norte, virase con el mundo cualquier mañana para presentársenos de pronto florida y primaveral, un temblor de desasosiego recorrería, tembloroso, como un ciempiés con sus mil patitas dormidas, el espinazo de la humanidad."

Animada por esa misma idea parecería la siguiente descripción que aparece en su novela La colmena: "Han pasado tres o cuatro días. El aire va tomando cierto color de Navidad. Sobre Madrid, que es como una vieja planta con tiernos tallitos verdes, se oye, a veces, entre el hervir de la calle, el dulce voltear, el cariñoso voltear de las campanas de alguna capilla."

Siendo la hispanofilia una de las características recurrentes en su trabajo literario -Juan Carlos Mainer advierte "una alacena de desplantes castizos" en su obra-, su perspectiva iberocéntrica no constituye ninguna sorpresa. Sobre todo si se toma en cuenta que siempre radicó en España. A diferencia de otros escritores notables, Cela permaneció durante casi toda su vida anclado en su patria. Sin embargo, bien valdría la pena recordar su fugaz aventura hispanoamericana. Con mayor razón tratándose de un personaje polémico, acusado legalmente de plagio debido a su novela La cruz de San Andrés, con la que obtuvo el premio Planeta en 1994, por parte de María del Carmen Formoso, autora de Carmen, Carmela, Carmiña (Fluorescencia).*

Su hijo, de nombre Camilo José Arcadio -cuyas reminiscencias garciamarquianas son inevitables- Cela Marín, escribió una obra de carácter biográfico: Cela, mi padre. En ella presume que su progenitor, "en el mes de mayo de mil novecientos cincuenta y tres, mi padre cruzó el Atlántico a bordo de un avión de hélice, con cien pesetas en el bolsillo y un divieso en la nalga izquierda", para luego agregar que "El joven y ya famoso escritor español sobrevivió en Colombia, Ecuador y Venezuela como los soldados de la gloriosa Infantería: a fuerza de improvisar sobre el terreno con los recursos que le iban saliendo al paso." Desafortunadamente para el vástago del premio Nobel, no tomó en cuenta que el viajero mantenía al tanto de su itinerario a García de Llera, director de relaciones culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores y el diario ABC, en su edición del 24 de mayo de 1953, anunciaba que Cela viajaba como invitado oficial del Ministerio de Educación Nacional de Colombia, y que el modesto avión de hélice al que se refiere -por aquella época no había de otros-, era nada menos que El Colombiano, de Avianca, un Constellation de reciente modelo al servicio de la presidencia, "y lo que lo espera al otro lado del Atlántico no es el improvisado destino de un inmigrante ni los rigores de las cordilleras y las selvas americanas, tan temidos por los soldados de la gloriosa Infantería. Lo esperan los cócteles y agasajos para un huésped de honor de la República de Colombia, lo esperan los tules y las sedas de la vida diplomática...", señala Gustavo Guerrero en su bien documentado ensayo Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela, indispensable para conocer este episodio. Por cierto, existen abundantes testimonios gráficos de Cela brindando en banquetes con funcionarios de los países anfitriones de su gira: Colombia, Venezuela y Ecuador. Por lo tanto, la imagen romántica que pretende construir su hijo, del humilde escritor que sale a la aventura hacia países lejanos y desconocidos, no es más que una falsificación permeada por la nugacidad.

Entrando de lleno a la anécdota de la novela La catira, una de las obras menos difundidas de Cela, como epígrafe de su ensayo, Gustavo Guerrero incluye la definición de la palabra por parte de la Real Academia Española: "catire, ra (De or. cumanagoto.) adj. Am. Dicho de una persona: Rubia, en especial con el pelo rojizo y ojos verdosos o amarillentos, por lo común hija de blanco y mulata, o viceversa." Sobre la mujer que inspiró al personaje del que proviene el título de la novela, se sugiere que se llamaba Amelia Góngora y era la hija de un inmigrante español.

A su paso por Venezuela, en ese 1953, Cela se encontró con que el dictador en turno, el coronel Marcos Pérez Jiménez, quien había derrocado a Rómulo Gallegos, trataba de borrar toda memoria posible de su antecesor y para ello le encomendó al escritor que lo visitaba, que escribiera un novela de carácter eminentemente localista que pudiera opacar a Doña Bárbara. Ese sería el génesis de La catira. Y hasta hay quienes aseguran que se le pagaron tres millones de pesetas por dicha tarea. Guerrero procura demostrar algo muy diferente. Finalmente, prevalece la idea de que se trató de una suerte de autoencargo para quedar bien con el dictador venezolano y, sobre todo, con el régimen franquista, del que Cela fue más que un decidido defensor, un informante y colaborador durante su juventud. De ahí que apoyados en dicha investigación de Guerrero, en la prensa española hay quienes -sería el caso del ya citado Mainer-, se han referido a la novela como un timo: "De los trancos de picaresca literaria protagonizados por Cela, el encargo de la novela La catira (1955), primera y única de sus «Historias de Venezuela», fue uno de los más pintorescos. Lo esencial lo sabíamos, porque Cela presumió de él: fue un encargo -mejor, un autoencargo, como se demuestra ahora- del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, pagado a peso de oro, que acabó en fiasco. La crítica americana despellejó la obra, aunque en España obtuviera un efímero éxito, pero el cómputo total de la aventura tampoco fue tan malo para su protagonista."

He rescatado un par de párrafos que se ocupan del invierno en la región del hemisferio sur en el que transcurre la acción de La catira, ya que, a final de cuentas, era la intención original del presente texto: "Cuando las lluvias se abren sobre la tierra y por el cielo retumba la maraca áspera del invierno tropical..." (página 92) Y por último, tan sólo un par de páginas más adelante: "Durante el invierno, allá por junio, por julio y por agosto, el chicuaco y el pato real -yaguazo, le dicen los llaneros- cruzan el aire de la sabana, graznando amargamente..." (página 94)

Jules Etienne

* Es posible abundar en dicho episodio en un texto previo de este blog:
http://mitosyreincidencias.blogspot.ca/2010/09/coincidencia-o-plagio.html  

miércoles, 22 de enero de 2014

Páginas ajenas: SOBRE HÉROES Y TUMBAS, de Ernesto Sabato


(Fragmento que menciona el verano en enero)

 Recordé de pronto una de las historias que había descubierto en mi larga investigación. En la casa de Echagüe en la calle Guido, cuando todavía vivía el viejo, una mucama era explotada por un ciego que en los días francos la hacía trabajar en el Parque Retiro. En el año 1935 entró de portero un español joven y violento, que se enamoró de la muchacha y logró, finalmente, que se alejara del macró. La muchacha vivió durante meses en medio del terror, hasta que poco a poco, y tal como el portero trataba de hacérselo entender, vio que los castigos que podía inferirle el explotador eran puramente teóricos. Pasaron dos años. El primero de enero de 1937, la familia Echagüe levantaba la casa para irse a la estancia donde pasarían los meses de verano. Ya todos habían salido de la casa menos el portero y la mucama, que vivían arriba; pero el viejo mucamo Juan, que hacía las veces de mayordomo, creyendo que ya habían salido, cortó la corriente eléctrica y luego salió, cerrando con llave la gran puerta de entrada. Ahora bien; en el momento en que Juan cortaba la corriente eléctrica, el portero y su mujer venían bajando en el ascensor. Cuando tres meses después volvió la familia Echagüe, encontraron en el ascensor los esqueletos del portero y la mucama que se había convenido permanecerían en Buenos Aires durante las vacaciones.

 
Ernesto Sábato (Argentina 1911-2011)

martes, 21 de enero de 2014

El verano en enero


En los primeros renglones del relato Boca de sapo, de Isabel Allende, incluido en el volumen Cuentos de Eva Luna, el personaje que narra se lamenta: "Eran tiempos muy duros en el sur. No en el sur de este país, sino del mundo, donde las estaciones están cambiadas y el invierno no ocurre en Navidad, como en las naciones cultas, sino en la mitad del año, como en las regiones bárbaras."

En la estrofa VI, En este tiempo, del Coral de año nuevo para la patria en tinieblas, en su Canto General, es evidente cuando Pablo Neruda se refiere al mes de enero describiendo frutos maduros y se pregunta sobre el brillo de los campos de trigo:

... piensa que soy el viento de enero,
viento Puelche, viento viejo de las montañas
que cuando abres la puerta te visita
sin entrar, aventando sus rápidas preguntas.
Dime, has entrado a un campo de trigo o de cebada,
están dorados? Háblame de un día de ciruelas.
Lejos de Chile pienso en un día redondo,
morado, transparente, de azúcar en racimos,
y de granos espesos y azules que gotean
en mi boca sus copas cargadas con delicia.
Dime, mordiste hoy la grupa pura
de un durazno, llenándote de inmortal ambrosía,
hasta que fuiste fuente tú también de la tierra,
fruto y fruto entregados al esplendor del mundo?

Por su parte, la argentina Alfonsina Storni en su poema Capricho 2, describe al mes como un jardín:
Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.

Gabriela Mistral, chilena como Neruda e Isabel Allende, en su poema Nocturno escribe: "Te acordaste del fruto en febrero", más adelante continúa: "Caminando vi abrir las violetas", y luego culmina la estrofa "para no ver más enero ni abril". Mientras que en La mujer fuerte establece: "Segar te vi en enero los trigos de tu hijo". Es decir, todas son referencias o actividades propias del estío.

Finalmente, en su poema La enredadera, la uruguaya Juana de Ibarbourou desborda el entusiasmo de la primavera a punto de transformarse en verano.

Por el molino del huerto
asciende una enredadera.

El esqueleto de hierro
va a tener un chal de seda

ahora verde, azul más tarde
cuando llegue el mes de Enero

y se abran las campanillas
como puñados de cielo.

Alma mía: ¡quién pudiera
Vestirte de enredadera!

Por eso al leer un poema que mencione de manera específica un mes en particular o alguna de las estaciones del año, uno debe tener la curiosidad de ubicar su procedencia, si se menciona enero en el hemisferio sur, recién está empezando el verano, mientras que en el norte, nos encontramos bajo la nieve del invierno boreal. Neruda precisa en el mismo Canto General: "del grave invierno austral" y en varias ocasiones reitera la idea del "invierno en el sur", como en la cuarta estrofa de América, no invoco tu nombre en vano o en El fugitivo, cuando dice: "Era invierno en el Sur./ La nieve había/ subido a su alto pedestal, el frío/ quemaba con mil puntas congeladas."

Silvina Ocampo, en su relato La boda, subraya el clima en agosto: "El día de nuestro casamiento fue el más frío del año. Nos tocó casarnos en el mes de agosto. Temí que la helada se transformara en nieve aquella mañana y desbaratara de ese modo la fiesta que, después de todo, iba a ser lo más agradable de la boda."

Pero regresando a la temporada estival en enero, que es el tema que motiva el presente texto, Tomás Eloy Martínez en El Cantor de Tango, ubica en Buenos Aires la acción del siguiente párrafo:

A mediados de enero de 2002, en uno de los peores días del verano, cuando parecía que la gente estaba acostumbrándose a la incesante desgracia, Alcira me contó que, poco antes del recital fatídico en Parque Chas, Martel había leído la historia de un crimen ocurrido entre 1978 y 1979, y había conservado el recorte con la intención de dar allí también otro de sus conciertos solitarios.

La novela Rayuela, de Julio Cortázar, acontece entre Francia y Argentina, de ahí que establezca puntual "Del lado de acá" o "Del lado de allá", se refiera a "la primavera sonriente de París", y un inglés escriba una carta quejándose sobre la ausencia de las mariposas en marzo para advertir que "el verano pasado estaba lleno de mariposas", en cambio durante el mismo marzo, es cuando llega el otoño a Buenos Aires.


Jules Etienne

domingo, 19 de enero de 2014

Epigrama: DESILUSIÓN



Tercer lunes de enero

el día más triste del año,

cuando el anhelo embustero

se transforma en vil desengaño.
 
 
Jules Etienne

martes, 14 de enero de 2014

Decir Adiós es morir un poco (página 183)



Más que una consecuencia de la rotación del planeta o un referente lunario, la noche es un estado de ánimo individual. Aun cuando se torna una experiencia colectiva, persiste su esencia íntima. Es el reflejo indiscriminado de la euforia o la angustia, nostalgia o deseo. Espejo cotidiano de cada existencia, la noche es el momento de afrontar el saldo de lo vivido durante el día. Tal vez por eso nos retribuye con el privilegio de soñar.


Jules Etienne

lunes, 13 de enero de 2014

Enero: EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA, de H. P. Lovecraft


(Párrafo inicial del capítulo 2: entre el 11 y el 18 de enero)
 
Supongo que el público debió de manifestar un interés muy vivo ante nuestro anuncio de que Lake partía hacia el noroeste internándose en regiones donde nunca había penetrado ningún ser humano, ni siquiera con la imaginación, y a pesar de que no mencionamos sus extravagantes esperanzas de revolucionar la biología y la geología. Sus primeras perforaciones, realizadas entre el 11 y el 18 de enero en compañía de Pabodie y otros cinco hombres -y durante las cuales se perdieron dos perros al cruzar una de las grietas abiertas en el hielo por la presión-, habían dado como resultado la obtención de numerosos esquistos arqueanos. Hasta yo me interesé por la evidente profusión de marcas de fósiles en aquel estrato increíblemente antiguo. Estas marcas, sin embargo, que eran de formas de vida muy primitivas, no encerraban ninguna extrema paradoja, salvo la novedad de la abundancia de fósiles en rocas precámbricas. Por lo tanto siguió pareciéndome inoportuno interrumpir nuestro programa para un intermedio que requeriría la utilización de cuatro aeroplanos, muchos hombres, y casi todos los aparatos de la expedición. Sin embargo, no veté el plan; pero decidí no acompañar la expedición, a pesar de los ruegos de Lake, que quería contar con mis conocimientos de geología. Me quedaría en la base con Pabodie y cinco hombres preparando nuestro viaje hacia el este. Uno de los aparatos ya había comenzado a trasladar una gran cantidad de gasolina desde el estrecho de McMurdo; pero este trabajo podía interrumpirse por ahora. Conservé un trineo y nueve perros, pues no era prudente quedarse sin medios de transporte en aquel mundo muerto y desamparado.
 
 
Howard Philips Lovecraft (Estados Unidos, 1890-1937).

domingo, 12 de enero de 2014

Carnaval: CONCIERTO BARROCO, de Alejo Carpentier

"... que les hicieron dormir en las posadas blancas -cada vez más blancas- de Tarancón..."

(Fragmento del capítulo III)

Pasaban los días y el Amo, con tanto dinero como traía, empezaba a aburrirse tremendamente. Y tan aburrido se sintió una mañana que resolvió acortar su estancia en Madrid para llegar cuanto antes a Italia, donde las fiestas de carnaval, que empezaban en Navidades, atraían gente de toda Europa. Como Filomeno estaba como embrujado por los retozos de la Filis y la Lucinda que, en casa de la enana gigante, fantaseaban con él en una ancha cama rodeada de espejos,  acogió con disgusto la idea del viaje. Pero tanto le dijo el Amo que estas hembras de acá eran de deshecho y miseria al lado de cuanto encontraría en el ámbito de la Ciudad Pontificia, que el negro, convencido, cerró las cajas y se envolvió en la capa de cochero que acababa de comprarse. Bajando hacia el mar, en jornadas cortas que les hicieron dormir en las posadas blancas -cada vez más blancas- de Tarancón o de Minglanilla, trató el mexicano de entretener a su criado con el cuento de un hidalgo loco que había andando por estas regiones, y que, en una ocasión, había creído que unos molinos (“como aquel que ves allá”...) eran gigantes. Filomeno afirmó que tales molinos en nada parecían gigantes, y que para gigantes de verdad había unos, en África, tan grandes y poderosos, que jugaban a su antojo con rayos y terremotos...


Alejo Carpentier (Escritor cubano nacido en Suiza y muerto en París, Francia; 1904-1980)

martes, 7 de enero de 2014

En lugar de regalos, los reyes magos trajeron nieve

"En el invierno un cruel frío/ que hace llorar..."

Cuando éramos niños solían repetirnos la amenaza proverbial de que había que portarse bien porque de lo contrario los reyes magos no nos traerían ningún regalo. Con el tiempo, los reyes dejaron de cumplir mis deseos. Sin embargo, se me arraigó la costumbre -desprovista de cualquier matiz religioso-, de suponer que el mal comportamiento tarde o temprano acarrea sus propias consecuencias. O por decirlo a manera de eufemismo: dicha conducta se erige como el pretexto para que los reyes magos no cumplan deseos y pasen de largo sin entregar los obsequios esperados.
 
Este año que recién comienza, 2014, ha visto como se nos ha castigado con un frío polar inusual -curiosamente, en Vancouver la temperatura no ha descendido bajo cero, sólo hemos tenido una hermosa nevada antes de navidad y ayer hacía más frío en la ciudad de México-, los reyes repartieron nieve y clima gélido en nuestra porción septentrional del continente.
 
Nueva York amaneció hundido en la nieve. Con lo malhumorados que de por sí son sus habitantes, no envidio a quienes tienen que permanecer allí. Las notas de las agencias noticiosas son tan típicas, todo lo vuelven cifras: "Nueva York registra una temperatura de catorce grados centígrados bajo cero, la menor desde hace 118 años para un siete de enero", y así por el estilo. No ofrecen más que hipérboles y números.
 
Por eso los estadounidenses reinventaron el uso de la palabra billones. En todos los idiomas se emplea la palabra con esa misma raíz etimológica para denominar un millón de millones, incluso los ingleses -que son los padres de esa lengua-. Sin embargo, para ellos son mil millones y no los vamos a sacar del error. De esa manera suena más contundente, tiene un efecto mayúsculo. Y luego se ven forzados a expresarse con un barbarismo coloquial: zillions, porque rebasaron los límites verbales y ya han agotado el repertorio. El problema es que el uso del término es contagioso y aunado a la ignorancia provoca confusiones. Conversando en español un amigo me decía: "el mundo tiene diez billones de habitantes", yo le cuestionaba la imposibilidad, le decía que "diez millones de millones ni siquiera cabrían en el planeta", y en un principio no captaba la diferencia, suponía que hablábamos de la misma cantidad hasta que tuve que explicárselo, y por lo menos aceptó que en español el término billón se refiere a un millón de millones. En caso contrario debe decirse mil millones. Es así y punto. No es negociable.

Desde el momento en que leí la noticia sobre Nueva York empezó a rondarme, como si se tratara de una canción, una vieja rima: "Y millones de habitantes/ pequeños como guisantes/ vistos desde un rascacielos./ En el invierno un cruel frío/ que hace llorar..." Pero no estaba seguro de donde provenía. Escribí la primera frase en el buscador y apareció su autor: Enrique Jardiel Poncela.
 
Eso me ha conducido a otra rima, de Rubén Darío, cuando presenta a cada uno de los tres reyes magos:
 
- Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.
Vengo a decir: La vida es pura y bella.
Existe Dios. El amor es inmenso.
¡Todo lo sé por la divina Estrella!

- Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.
Existe Dios. Él es la luz del día.
La blanca flor tiene sus pies en lodo.
¡Y en el placer hay la melancolía!

- Soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguro
que existe Dios. Él es el grande y fuerte.
Todo lo sé por el lucero puro
que brilla en la diadema de la Muerte.


Sólo faltaría, entonces, que los reyes en su versión 2014, además de anunciar cómo Gaspar portaba el incienso, Melchor la mirra y Baltasar el oro, advirtieran el hecho de que irían esparciendo nieve a su paso hasta que la prodigalidad de tanto afán alcanzara el calificativo de cruel. Aunque, por otra parte, también me parece que la humanidad ha hecho lo suficiente para merecerlo.

Jules Etienne

sábado, 4 de enero de 2014

EPIFANÍA: Los tres reyes ¿sabios o magos?


A propósito de la diversidad de costumbres para celebrar los mismos eventos, una vecina ucraniana, Iryna Prudnikova -rubia, muy atractiva, aunque de acuerdo con mi amigo Raúl, respecto a las mujeres de origen eslavo resulta más original señalar una fea-, cuando le obsequié una rosca de reyes con motivo de la fecha, me decía que para ellos, de religión ortodoxa, la epifanía equivale a la navidad. Es decir, que mientras en los países hispanos se celebra el día de reyes, en Europa del este apenas están celebrando el nacimiento de Jesucristo. Y me pareció un detalle simpático que al explicarle el motivo de los muñequitos ocultos en la rosca, ella me decía que en esa fecha a lo que aquí en Canadá llamamos perogy (aunque es más correcto decir pierogi, porque la raíz etimológica del eslavo antiguo es pir, que significa celebración), una especie de empanadas que en lugar de harina de trigo se elaboran con papa, y que son típicas de aquella región: no sólo rusos, ucranianos y bielorrusos las acostumbran, sino también los eslovacos, estonios, lituanos, checos y polacos; aquí son de uso común, se consiguen fácilmente en cualquier supermercado y las acostumbran mucho en sus celebraciones -me imagino que al igual que en México se hace con los tamales-, durante la nochebuena a unos cuantos les agregan bastante pimienta y los ofrecen junto a los demás, de tal manera que tampoco faltará el desafortunado a quien le toque comerse el picante, sorpresa que equivaldría, en cierto modo, a la de encontrarse con el muñeco escondido dentro de la rosca, tal y como le sucede al personaje de José Saramago en El año de la muerte de Ricardo Reis:

"No esperaba Ricardo Reis que a la hora del postre le pusieran en la mesa una bandeja con un roscón de reyes, atenciones como ésta son las que hacen de cada cliente un amigo, aunque en el trozo que tomó salió la sorpresa, pero no fue a propósito, el camarero sonrió finalmente y dijo, El día de Reyes paga usted..."
 
Respecto a los reyes sabios, Carlos Fuentes en su reciente obra Adán en Edén, publicada en 2009, todavía se refiere a ellos como magos, al principio del cuarto capítulo. "Como de costumbre, me reuní con mis colaboradores el día después de la Fiesta de Reyes. En pocos países se celebra hoy la Epifanía: el arribo de Gaspar, Melchor y Baltasar repartiendo regalos para el niño Dios acabado de nacer. Supongo que en México recordamos a los magos para cerrar con ceremonia nuestra verdadera, única vacación, que va de las posadas a mediados de diciembre a la Navidad y Año Nuevo y los Reyes Magos."

Lope de Vega lo explica con estas palabras en el párrafo final de su relato Los pastores de Belén, que terminó de escribir en el otoño de 1611:

"La Magia natural no has de entender que es aquella en que se consultan los infernales espíritus, con tan infame nombre como le han dado en las divinas y humanas letras, y el mismo Dios prohibido tantas veces el consultarla, sino aquella natural filosofía que los griegos llamaron Goecia, y no Magia, o una especulación de las cosas celestiales: ciencia y instrución, finalmente, sin la cual es imposible que los Reyes de Persia lo sean, los cuales se llamaban Magos de su nombre, como los sabios de los indios Gimnosofistas. Los Maléficos son aquellos que usan de sangre, víctimas y cuerpos muertos, como la Fitonisa que a Saúl le trujo el cuerpo de Samuel que le respondiese. Verdad es que ya el nombre de Magos se va introduciendo por los que ejercitan lo que digo, como la Astrología por abuso ha venido a ser vituperada, siendo lo mismo que la Astronomía; y ansí, dicen algunos que Pitágoras, Empedocles, Demócrito y Platón fueron llamados Magos a la manera que Zamolsis y Zoroastres, el hijo de Oromasco. Déstos, pues, son los Reyes llamados Magos que has visto adorar a este Niño gloria y esperanza de las gentes. La razón que les movió fue el haber leído y visto en la antigua Teología que el Hijo verdadero de Dios había de venir al mundo y mostrarse en carne mortal a estos Magos, o sabios Reyes, por una señal que habían de ver en el cielo."

En El mono epigramático donde, como su propio nombre lo advierte, he elaborado una breve colección de epigramas rimados de mi autoría, es posible encontrar éste, al que he titulado precisamente Epifanía:

Eran tres reyes magos según la tradición
ahora les llaman sabios para evitar confusión
y es que en tiempos de la Inquisición
a los magos se les quemaba, esa es la cuestión.
 
 En cuanto a esta fecha en Cuba, se registra la tradición más original de todos los países hispanoamericanos. Fue el 6 de enero de 1683 cuando se celebró por primera ocasión la llamada Fiesta del Día de Reyes, exclusiva para la población negra, que en esa época todavía eran esclavos. Se trataba de una especie de procesión o desfile de comparsas en que los participantes iban disfrazados, y durante el siglo XIX se incorporaron los típicos diablitos, que forman parte de la liturgia de los negros gangá, yoruba y conga. Los blancos la consideraban una saturnal, un pandemónium, ya que en dichos festejos los diablitos bailaban sus ritos de purificación y los hechiceros ejecutaban sus danzas con el fin de expulsar a los malos espíritus. Una típica manifestación del sincretismo que aprovecha las conmemoraciones cristianas para expresar tradiciones todavía latentes bajo la superficie evangelizada.
 
De donde se desprende la insistencia para describirla de un autor cubano, como lo era Alejo Carpentier, tanto en su Concierto barroco como en El siglo de las luces. Mañana me ocuparé de referir algunos párrafos correspondientes a las obras citadas.
 
 
 Jules Etienne
 
La ilustración corresponde a la Adoración de los Magos (1475), de Sandro Botticelli.

viernes, 3 de enero de 2014

Páginas ajenas: EL LABERINTO DE LA SOLEDAD, de Octavio Paz

"3 de enero de 1848. Ayer a las seis de la tarde..."
 
(Fragmento del capítulo VI: De la Independencia a la Revolución)

Durante más de un cuarto de siglo, en una lucha confusa que no excluye las alianzas transitorias, los cambios de bando y aun las traiciones, los liberales intentan consumar la ruptura con la tradición colonial. En cierto modo son los continuadores de los primeros caudillos, Hidalgo y Morelos. Sin embargo, su crítica al orden de cosas no se dirige tanto a cambiar la realidad como la legislación. Casi todos piensan, con una optimismo heredado de la Enciclopedia, que basta con decretar nuevas leyes para que la realidad se transforme. Ven en los Estados Unidos un modelo y creen que su prosperidad se debe a la excelencia de las instituciones republicanas. De ahí su federalismo, por oposición al centralismo de los conservadores. Todos esperan que una Constitución democrática, al limitar el poder temporal de la Iglesia y acabar con los privilegios de la aristocracia terrateniente, producirá casi automáticamente una nueva clase social: la burguesía. Los liberales no sólo tienen que luchar contra los conservadores, sino que deben contar con los militares, que cambian de bando según sus intereses. Mientras disputan las facciones, el país se desintegra. Los Estados Unidos aprovechan la ocasión y en una de las guerras más injustas en la historia, ya de por sí negra, de la expansión imperialista, nos arrebatan más de la mitad del territorio. Esta derrota produjo, a la larga, una reacción saludable, pues hirió de muerte al caudillismo militar, encarnado en el dictador Santa Anna. (Alternativamente liberal y conservador, guardián de la libertad y vendedor del país, Santa Anna es uno de los arquetipos del dictador latinoamericano: al final de su carrera política ordena honras fúnebres para la pierna que pierde en una batalla y se declara Alteza Serenísima). La rebelión popular expulsa a Santa Anna y da el poder a los liberales. Una nueva generación, heredera de José María Mora y Valentín Gómez Farías, maestro de la "inteligencia" liberal, se dispone a dar nuevos fundamentos a la nación. La primera piedra será una constitución. En efecto, en 1857, México adopta una carta constitucional liberal.
 
 
Octavio Paz (México, 1914-1998). Obtuvo el premio Nobel en 1990.