Regresa la primavera a Vancouver.

sábado, 22 de julio de 2017

Carnaval: LAS MÁSCARAS DE LOS ILLUMINATI, de Robert Anton Wilson

"Pensaba que un nuevo mundo se abriría ante mí, un mundo lleno de magia y maravilla. Lo que encontré, naturalmente, fue el más vulgar carnaval..."

(Fragmento de la Tercera Parte)

El viento silbante se calló en tres ocasiones, casi amainando: pero las mismas tres veces volvió a la carga, tan cálido y enloquecedor como siempre; la paciencia de la gente empezaba a quebrantarse.
 
Einstein, Joyce y Babcock estaban reunidos nuevamente; en aquella ocasión en el estudio de Einstein, donde habían quedado a las tres. El profesor parecía era el más alegre del trío, pues se había recuperado de la larga noche anterior con la única ayuda de unas pocas horas de sueño y la estimulación intelectual de su clase de Física del mediodía. Joyce estaba todavía un poco descolgado, y se le notaba. Babcock, tras yacer espasmódico en un diván del salón de Joyce durante casi toda la mañana, apenas se encontraba algo menos desesperado que la noche anterior.
 
- Bien, Jeem -empezó Einstein-, honestamente: ¿qué le parecen las notables aventuras de nuestro amigo?
 
- ¿Honestamente? -repitió Joyce-. Empiezo a preguntarme si tales cosas son posibles.
 
Einstein no respondió; pero su mirada era una clara invitación a Joyce para que continuase.
 
- En una ocasión -comentó Joyce pensativamente-, una feria llamada Arabia llegó a Dublín. Yo me podía pasar diez horas diarias devorando toda clase de literatura romántica sobre el misterioso Oriente, los secretos de los sufíes, la magia de los derviches, Aladino y Ali Babá y cosas de ese tipo. ¿Puedes imaginarte lo que significó para mi la palabra «Arabia»? Mi impaciencia y excitación según se acercaba el día de la feria eran del mismo orden que mis emociones, pocos años después, cuando, nervioso, penetré en el Distrito de las Luces Rojas para buscar una prostituta por primera vez. Pensaba que un nuevo mundo se abriría ante mí, un mundo lleno de magia y maravilla. Lo que encontré, naturalmente, fue el más vulgar carnaval, dedicado a entretener a los palurdos y vaciar los bolsillos de los más lerdos.
 
Babcock miró confundido al oír el discurso; Einstein se mostraba solemne. El silencio duró hasta que Joyce volvió a hablar.
 
- Mr. William Butler Yeats y sus amigos -continuó Joyce, sin más-, vivían en Arabia. Para ellos era real. Ciertamente, más real que sus sirvientes. Avanzamos todos los días por el mundo de la experiencia pero mentalmente vamos tan desnudos como Adán en el Edén. Me atrevería a decir que sólo tenemos ciertas ideas fijas acerca de si ir al bar de la esquina, a la feria llamada Arabia, o al Polo Sur con Amundsen. Si un carterista entrase en esta habitación, buscaría carteras que saquear; si a Sócrates le hicieran pasar a la feria llamada Mileva -se inclinó caballeroso hacia la cocina, donde la señora Einstein podría estar escuchando-, Sócrates buscaría mentes a las que poder preguntar. Si Mr. Yeats estuviera aquí, sólo vería meras sombras materiales de las Eternas Ideas Espirituales conocidas como Ciencia -señalando a Einstein-, Arte –apuntándose irónico a sí mismo- y Misticismo -marcó a Sir John-. Veo a tres personas con vidas diferentes -concluyó abruptamente.
 
- Con todo esto -preguntó Einstein con sequedad-, ¿quiere decir que la gente del Amanecer Dorado no parece más loca que el resto del mundo?
 
- Estoy diciendo -replicó Joyce- que puedo ver al mundo del mismo modo que Yeats y los ocultistas: como una aventura espiritual llena de Profecías y Símbolos. También puedo verlo, si lo prefiero, como me enseñaron a pensar los jesuitas cuando era joven: como un valle de lágrimas y una red de pecado. O puedo considerarlo según la épica homérica, o como una deprimente y novela naturalista de Zola. Me interesa estudiar todas las facetas. Sir John se inclinó hacia adelante, repentinamente interesado.
 
- Creo que empiezo a comprenderle un poco –dijo-. Afirma que yo vivo en una novela gótica mientras usted prefiere hacerlo en una de Zola.
 
- No exactamente -contestó Joyce-. La escuela de Zola es unidimensional. Yo busco una visión multidimensional. Quiero ver el fondo de las novelas góticas, de las de Zola y de todas las mascaradas para ver luego más allá.
 
- Fascinante -confesó Einstein-. Fascinante.
 

Robert Anton Wilson (Estados Unidos, 1932-2007)

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