Regresa la primavera a Vancouver.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Eclipse: AÑOS DE PERRO, de Günter Grass


 "... luna y perro, perro en la luna, perro come luna, eclipse de perro..."
 
(Fragmento del libro segundo: Cartas de amor)
 
Mientras en el refugio de hormigón del Führer iban progresando los preparativos para la celebración del natalicio, se escabulló de través e inocentemente, por el patio interior de la Cancillería del Reich. Al llegar el mariscal del Reich, precisamente, pasó él la doble guardia y emprendió su curso en dirección sudoeste, porque se había enterado, por los informes de la situación, que en Cottbus el frente tenía una brecha. Pero, por muy bello y ancho que el agujero se presentara, el perro dio media vuelta, con todo, en vista de las puntas de tanques soviéticas, al este de Jüterbog; de modo que abandonó el movimiento de los ostrogodos y corrió al encuentro del enemigo occidental: por entre las ruinas del corazón de la ciudad, eludiendo el sector gubernamental, volando por poco en el Alex, guiado por dos perros en celo a través del Tiergarten y a punto de ser atrapado en el puesto antiaéreo del Jardín Zoológico: allí le esperaban unas ratoneras gigantescas; pero vaciló siete veces alrededor de la Columna de la Victoria, acabó tomando por la avenida de los desfiles y se juntó, aconsejado por el antiquísimo remedio casero, el instinto de perro, a un grupo civil de transporte, que trasladaba utensilios de teatro del terreno de la exposición de la emisora a Nikolassee. Sin embargo, tanto las emisoras propias como los altavoces eminentes del enemigo oriental —voces tentadoras que le prometían conejos— le hicieron sospechosos los suburbios residenciales de Wannsee y Nikolassee: ¡no quedaban lo bastante al oeste! Y se propuso, cual objetivo de su primera etapa, el puente del Elba junto a Magdeburg-Burg.
 
Atravesó sin incidentes, al sur del Schwielow-See, las puntas de ataque del duodécimo ejército que habían de socorrer, desde el sudoeste, a la capital del Reich. Después de un breve reposo en un jardín residencial asolado, un soldado de infantería de tanques le dio de comer de una sopa de guisantes caliente todavía, y, sin aire oficial, le llamó por su nombre. Pocos instantes después, la artillería enemiga bombardeó el sector residencial con propósito de desorganización, hirió ligeramente al soldado de infantería de tanques y dejó indemne al perro; porque aquello que sigue allí sobre sus cuatro patas procurando ejecutar la migración planeada de los visigodos sigue siendo uno y el mismo perro pastor alemán negro, por amor de sí.
 
Rastrillos entre lagos rizados en un día ventoso de mayo. El éter saturado de acontecimientos importantes. Con el hocico apuntando la meta occidental sobre arena de la Marca, en la que pinos hunden sus garras. Un rabo horizontal, un colmillo, muy adelante, reduce con lengua desplegada el trayecto de huida a dieciséis veces cuatro patas: salto de un perro en movimientos parciales sucesivos. Todo dividido por dieciséis: paisaje, primavera, aire, libertad, pinceladas de árboles, bellas nubes, primeras mariposas, gorjeo de pájaros, zumbido de insectos, huertos suburbanos con brotes verdes, vallados de estacas altamente musicales, los campos labrantíos escupen conejos, gallos silvestres se airean, naturaleza sin proporciones, nada ya de caja de arena, sino horizontes, olores como para untar el pan con ellos, puestas de sol que se van marchitando lentamente, crepúsculos sin huesos; de vez en cuando, restos de tanques recortados románticamente contra el cielo matutino de las cinco; luna y perro, perro en la luna, perro come luna, eclipse de perro (…)
 

Günter Grass (Alemania, 1927-2015). Obtuvo el premio Nobel en 1999.

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