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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Los eclipses de García Márquez

"... lo único que pudieron encontrar en sus cálculos fue un eclipse total de sol..."

A pesar de que en Cien años de soledad, plagada de magia y eventos inusuales, nunca se menciona un eclipse, sus referencias son abundantes en la obra de García Márquez, quien siempre mostró una bien conocida inclinación por la astronomía.

Por ejemplo, en el Otoño del patriarca, casi desde el principio se establece: "... políticos de letras y aduladores impávidos que lo proclamaban corregidor de los terremotos, los eclipses, los años bisiestos y otros errores de Dios..." Aunque lo más significativo aparece en el segundo capítulo, a través de la relación del general con el personaje idealizado de Manuela Sánchez: "... soñando con vivir de nuevo aquel instante feliz aunque se torciera el rumbo de la naturaleza y se estropeara el universo, deseándolo con tanta intensidad que terminó por suplicar a sus astrónomos que le inventaran un cometa de pirotecnia, un lucero fugaz, un dragón de candela, cualquier ingenio sideral que fuera lo bastante vertiginoso para causarle un vértigo de eternidad a una mujer hermosa, pero lo único que pudieron encontrar en sus cálculos fue un eclipse total de sol para el miércoles de la semana próxima a las cuatro de la tarde mi general, y él aceptó, de acuerdo, y fue una noche tan verídica a pleno día que se encendieron las estrellas, se marchitaron las flores, las gallinas se recogieron y se sobrecogieron los animales de mejor instinto premonitorio, mientras él aspiraba el aliento crepuscular de Manuela Sánchez que se le iba volviendo nocturno a medida que la rosa languidecía en su mano por el engaño de las sombras, ahí lo tienes, reina, le dijo, es tu eclipse, pero Manuela Sánchez no contestó..." Hasta concluir ese capítulo con su ausencia: "... y a medida que se disipaban las sombras de la noche efímera se iba encendiendo en su alma la luz de la verdad y se sintió más viejo que Dios en la penumbra del amanecer de las seis de la tarde de la casa desierta, se sintió más triste, más solo que nunca en la soledad eterna de este mundo sin ti, mi reina, perdida para siempre en el enigma del eclipse, para siempre jamás, porque nunca en el resto de los larguísimos años de su poder volvió a encontrar a Manuela Sánchez de mi perdición en el laberinto de su casa..."

En el cuento El mar del tiempo perdido, escrito en 1961 y publicado como parte del volumen La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, en 1972,  aparece el siguiente párrafo:

"Tobías encontró a todo el mundo despierto después de las nueve. Estaban sentados a la puerta, escuchando los viejos discos de Catarino, en la misma actitud de fatalismo pueril con que se contempla un eclipse. Cada disco les recordaba a alguien que había muerto, el sabor que tenían los alimentos después de una larga enfermedad, o algo que debían hacer al día siguiente, muchos años antes, y que nunca hicieron por olvido.


Crónica de una muerte anunciada, que es una obra a la que le tengo particular aprecio y la considero un relato perfecto, también incluye la referencia a un eclipse. "Para la inmensa mayoría sólo hubo una víctima: Bayardo San Román. Suponían que los otros protagonistas de la tragedia habían cumplido con dignidad, y hasta con cierta grandeza, la parte de favor que la vida les tenía señalada. Santiago Nasar, había expiado la injuria, los hermanos Vicario habían probado su condición de hombres, y la hermana burlada estaba otra vez en posesión de su honor. El único que lo había perdido todo era Bayardo San Román. 'El pobre Bayardo', como se le recordó durante años. Sin embargo, nadie se había acordado de él hasta después del eclipse de luna, el sábado siguiente, cuando el viudo de Mus le contó al alcalde que había visto un pájaro fosforescente aleteando sobre su antigua casa, y pensaba que era el ánima de su esposa que andaba reclamando lo suyo."
 
El eclipse constituye un elemento esencial en Del amor y otros demonios. La india Sagunta, una vieja curandera, le advierte al marqués sobre la amenaza de una epidemia de rabia: "No veo el porqué de una peste, dijo el marqués. No hay anuncios de cometas ni eclipses que yo sepa, ni tenemos culpas tan grandes como para que Dios se ocupe de nosotros. Sagunta le informó que en mayo habría un eclipse total de sol, y le dio noticias completas de los mordidos el primer domingo de diciembre." Más adelante, el cura y el obispo conversan sobre el mismo asunto: "El padre Cayetano Delaura fue invitado por el obispo a esperar el eclipse bajo la pérgola de campánulas amarillas, el único lugar de la casa que dominaba el cielo del mar." Cuando por fin tiene lugar el fenómeno, "Delaura permaneció con el cristal en la mano sin mirar el eclipse. Al cabo de un largo silencio, el obispo lo rastreó en la penumbra y vio sus ojos fosforescentes ajenos por completo a los hechizos de la falsa noche. ¿En qué piensas?, le preguntó. Delaura no contestó. Vio el sol como una luna menguante que le lastimó la retina a pesar del cristal oscuro. Pero no dejó de mirar. Sigues pensando en la niña, dijo el obispo. Cayetano se sobresaltó, a pesar de que el obispo tenía aquellos aciertos con más frecuencia de la que hubiera sido natural. Pensaba que el vulgo puede relacionar sus males con este eclipse, dijo. El obispo sacudió la cabeza sin apartar la vista del cielo. ¿Y quién sabe si tienen razón?, dijo. La barajas del Señor no son fáciles de leer."
 
En el año 2003 apareció un cuento breve del propio García Márquez titulado La noche del eclipse. Este es el fragmento alusivo al respecto:
 
"Y sin más vueltas la invitó a contemplar un eclipse total de luna desde la playa. la noticia era nueva para ella. Tenía una pasión infantil por los eclipses, pero toda la noche se había debatido entre el decoro y la tentación, y no encontró un argumento válido para no aceptar.
 
- No tenemos escapatoria- dijo él. Es nuestro destino.
 
La invocación sobrenatural la dispensó de escrúpulos. Así que se fueron a ver el eclipse en la camioneta de él, a una bahía escondida en un bosque de cocoteros, sin huellas de turistas."
 
Tras de que la mujer se percata de que la camioneta sólo tiene los dos asientos delanteros que se hacen cama, con un pequeño bar y que él ha puesto música sugerente interpretada con saxofón, lo comprende todo:
 
"- No habrá eclipse -dijo-. Sólo pueden ser en luna llena y estamos en cuarto creciente.

Concluiré con una referencia a su novela más reciente, Memoria de mis putas tristes: "De joven iba a los salones de cine sin techo, donde lo mismo podía sorprendernos un eclipse de luna que una pulmonía doble por un aguacero descarriado."
 
Seguramente harán falta otras citas referentes a los eclipses en la obra de García Márquez, pero estas son las que pude recordar. Si alguien cuyo interés por el tema haya llevado su lectura hasta este punto, pudiera mencionar algunas más, sus comentarios serán siempre bienvenidos.


Jules Etienne 

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